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Una realidad velada: Violencia contra las mujeres con discapacidad en lo cotidiano

Decir que la falta de accesibilidad, los prejuicios y los estereotipos se vuelven actos violentos, para una mujer con discapacidad puede ser lo más lógico, pero para personas sin discapacidad, esta realidad parece ser un terreno desconocido y que, sin saber, aportan a incrementar. 

“Hay una violencia capacitista,  hay una violencia de género y hay otras violencias que no son abordadas”, sostiene Estefi Leiva, integrante de Femacu.

¿Cuántas mujeres con discapacidad son víctimas de violencia de género? No lo sabemos. Las estadísticas no las considera. La intersección entre violencia de género y mujeres con discapacidad es escasa, se puede decir casi nula, aun cuando las mujeres con discapacidad tienen doble o triple probabilidad que otras mujeres de experimentar violencia, por parte de familiares, parejas, personas cuidadoras e instituciones, según dice Naciones Unidas.

Cuando hablamos de violencias de género tenemos diferentes tipos de violencia, como la física, sexual, económica, obstétrica, institucional, simbólica, entre otras. Las mujeres y niñas con discapacidad deben sumar además otro tipo de violencia, una que se da en contextos cotidianos, producto a la falta de accesibilidad y la desidia de las instituciones y personas, prejuicios, estereotipos y/o discriminaciones por omisión o desconocimiento sobre la propia discapacidad. 

“Yo he estado detenida porque en un control de identidad yo entré en pánico y no hablaba, entonces obviamente es desacato a la autoridad”, relata Ghilian Navea, mujer con discapacidad que utiliza las redes sociales para contar su experiencia como mujer autista, porque ha vivido y vive constantemente episodios que la violenta por no actuar cómo la sociedad espera. 

“Me pasa, por ejemplo, con personas uniformadas, que yo tengo terror porque digo cualquier error que yo cometa, cualquier error social, cualquier torpeza, si me quedo ‘mute’, como que dependo de casi que ponerme la Credencial de Discapacidad en la frente para que las personas, en el fondo, no malinterpreten desde la neuronorma mi forma de ser”, detalla. 

Ghilian es profesora, psicóloga y madre de tres hijos autistas -un niño y unas gemelas-, además su padre y hermano también están dentro del espectro autista. Para ella, muchas personas autistas terminan “viviendo un poco a la defensiva” producto a situaciones que experimentan en el cotidiano. “Terminamos en el fondo encerrados, evitando cualquier tipo de contacto, y no es que la persona autista quiera estar sola, es que es tan agotador estar interpretado, ni siquiera es lo que uno interpreta de los demás, es lo que se interpreta de uno”.

“Siendo en el fondo una persona socializada en femenino es mucho más fuerte, porque es más fuerte. No quiero invalidar otras experiencias, pero te toca estar constantemente como justificando tu diagnóstico, porque cuando ven un hombre en el espectro autista es como ‘¡ah!’, pero cuando ven a una mujer es histérica, es muy emocional, aparecen un montón de juicios con el que tenemos que lidiar porque es algo de lo que se sabe hace muy poco y es algo de lo que yo también me avergoncé durante muchos años”. continúa.

“A mí me daba vergüenza hablar de mi diagnóstico en público, porque sentía que no había referentes, no había mujeres en el espectro autista, no había, tú buscabas y era muy muy poca la información. En mi caso, por ejemplo, yo quise hablar de mi diagnóstico de forma pública, entre comillas, cuando fui mamá de niñas, cuando vi que mis hijas estaban creciendo. Ellas todavía no hablan, no controlan esfínter a sus casi siete años, pero también pienso que, si en algún momento llegan a hacerlo, van a recibir el mismo juicio. La persona no es una niña para siempre, entonces va a llegar el momento digo, bueno, si no hablo yo desde mi experiencia y si no dejo de sentir vergüenza yo y si no dejo de entender, si no salgo yo en el fondo de mi burbuja capacitista, cómo las crío, cómo trabajo su autoestima, la autoaceptación y justamente ser mamá de niñas con discapacidad es lo que me llevó a mí a hablar de discapacidad y a aceptar mis propias condiciones”, sostiene Ghilian. 

Esta visión la comparte Josefa Farías, mujer con discapacidad usuaria de silla de ruedas, quien es profesora de biología y madre de un niño de 9 años. Ella usa sus cuentas en redes sociales para relatar momentos de su vida cotidiana que reflejan lo que experimentan muchas mujeres y niñas con discapacidad al salir de su hogar.

Josefa es oriunda de Los Andes, región de Valparaíso, y hace pocos meses se trasladó a vivir a Santiago, región Metropolitana. “Acá igual encontré harta discriminación, justamente estaba en cosas cotidianas que quizá no lo podemos visualizar como algo tan grande, pero que si uno las va acumulando, sí generan un impacto en las personas y por eso decidí empezar a grabar mi día a día, ir comentando, ver qué le pasa a muchas personas con discapacidad, no solamente a mí, entonces por eso fui documentando algunas de las cosas que me pasan, porque en realidad me pasan muchísimas más pero quizás las más importantes las fui comentando. La gente empezó a conectar con eso y ahí decidí grabar y empezar a subir contenido a Instagram y TikTok”. 

Los relatos de Ghilian y Josefa dan cuenta de que existen muchas acciones que pasan desapercibidas, pero claramente son actos que violentan a las mujeres con discapacidad en el cotidiano y no son percibidos como actos violentos por personas sin discapacidad.

“En el colegio de mi hijo hay rampas, pero son una rampa que yo no puedo subir, o sea, son de una inclinación tremenda, tremenda, que siempre me tienen que ayudar o vez que voy intento no entrar mucho. Pero igual es ‘fome’, porque claro él que va a ver estando de pie y quizá no utilizando una silla (de ruedas) debe decir ‘¡ah! este colegio sí tiene la accesibilidad porque está la rampa’, pero te quitan toda la autonomía. Si bien puedo lograr subir de alguna manera, te quitan independencia, autonomía”, dice Josefa. 

La docente de biología sostiene que ser mujer con discapacidad “hace que sea el doble de complejo” y detalla que “muchas veces cuando vamos a comprar y yo salgo con mi pareja, no me hablan a mí, le hablan a él y él es como el que le tiene que decir ‘ella va a comprar, no me hable a mí’. Entonces, muchas veces me ignoran, es como que si yo ya salgo con él no existo o soy alguien que depende de él. Incluso a mi hijo, muchas veces cuando íbamos a dejarlo al colegio también como que le decían ‘¡no! y está ayudando a su mamá’ y yo digo ‘no, yo lo estoy ayudando, lo estoy yendo a dejar al colegio’. Pero sí, siento que se dio una doble discriminación”.

Además, Josefa coincide con Ghilian sobre el estar a la defensiva. “Es como estar constantemente peleando con alguien, no alguien en particular, pero es como estar así, a la defensiva y a mí la verdad es que igual me agota (…) creo que la gente igual se cansa, llega un momento en que quizás se agotan, porque estar todo el tiempo como quizás luchando por algo igual es complejo”. 

Por su parte, Estefi Leiva es una mujer ciega, psicóloga, trabaja en la editorial Tricipite y es integrante del Movimiento Feminista por la Accesibilidad Universal Femacu. Desde su rol de activista por los derechos de las personas con discapacidad y asesora en accesibilidad, Estefi cree que existen diversos actos en la vida diaria que se transforman en actos de violencia, al no ser consensuados por la persona con discapacidad. 

“El solo hecho de que tú siendo una persona ciega vayas caminando por la calle y la gente tenga la libertad de agarrarte de cualquier parte, de donde se le ocurra, sin pensar que eso te puede hacer daño, eso obviamente es una violencia y es una violencia que no se ve abordada. Hay que dimensionar no solamente la violencia a nivel privado u oculta, sino que también lo público. El que también por ejemplo que andes en una silla (de ruedas) y que la gente llega y te tome y te mueva, eso es netamente violencia o cómo te hablan o las cosas que te dicen, lo es claramente. Eso pasa por el mismo desconocimiento que hay”, agrega. 

“También, claro, si no se incluye en las estadísticas, no existe. Las mujeres con discapacidad, las niñas con discapacidad, las disidencias con discapacidad no existimos dentro de un sistema”, sostiene Estefi. 

Datos sobre violencia de género

El informe Rompiendo Moldes 2 de Oxfam sostiene que seis de cada diez hombres cis afirman que no han vivido violencia de género, mientras que siete de cada diez mujeres cis afirman que han vivido este tipo de violencia. Datos como estos existen en diversos informes, sin embargo, no es posible encontrar datos que detallen la intersección de género y discapacidad. 

Por su parte, Women Enabled International (WEI) aborda el tema concordando con Naciones Unidas sobre la mayor vulnerabilidad de mujeres y niñas con discapacidad ante la violencia y precisa que “es más probable que experimenten abuso durante un periodo de tiempo más largo, lo cual resulta en daños más severos”.

“Las mujeres con discapacidad experimentan las mismas formas de violencia de género, así como otras que son resultado de su discapacidad; ellas también enfrentan barreras para escapar de esa violencia y acceder a la justicia. Sin embargo, las leyes, políticas y programas contra la violencia de género que existen rara vez atacan las cuestiones específicas que enfrentan las mujeres y niñas con discapacidad y es difícil encontrar información precisa y completa que esté desagregada tanto por género como por discapacidad”, sostienen desde WEI. 

En Chile, los resultados de la V Encuesta Nacional de Violencia contra las Mujeres (ENVCM), publicados en 2024, exponen datos según tipo de violencia, datos generales del país y regionales, hace una comparación entre zona urbana y rural y tiene un apartado sobre violencia contra mujeres mayores. Aun cuando en su cuestionario sí pregunta sobre condiciones de salud permanentes y/o de larga duración, hasta el momento no existen datos publicados al respecto. 

La ENVCM sostiene que en nuestro país 33,4% de mujeres han sido víctimas de al menos un tipo de violencia en su vida, ya sea psicológica, física o sexual. Mientras que 20,3% de mujeres experimentaron algún tipo de estas violencias durante el último año. 

Según Estefi Leiva, se debe entender que las mujeres y niñas con discapacidad no sólo sufren violencia por ser mujeres y niñas, sino que también “hay una violencia capacitista,  hay una violencia de género y hay otras violencias que no son abordadas, como el abandono, la falta de cuidado, etc.”.

Además, es enfática al decir que “hace falta (información) desde la estadística, porque claro tenemos dos variables también, una las mujeres con discapacidad que sufren violencia y otra de las mujeres sin discapacidad que tienen o presentan algún tipo de discapacidad producto de la violencia,  entonces tenemos que pensar en todas las dimensiones que hay en cuanto al género y la discapacidad y necesitamos conocer esas estadísticas para poder abordar políticas públicas que traten esto”. 

¿Cómo podemos cambiar esta situación? 

Más allá de los datos y las estadísticas, tanto Ghilian, Josefa como Estefi coinciden en que visibilizar estos temas es importante para avanzar y generar cambios sociales respecto de las violencias de género hacia mujeres y niñas con discapacidad. 

“Lo primero es claro: visibilizar, educar, formarse y -claramente- exigir estadística, exigir que se vean las estadísticas de las mujeres niñas y disidencias con discapacidad que sufren violencia (…) que claro, quienes tengan voz la alcen y puedan decirlo y lo podamos exigir de una u otra manera”, dice Estefi. 

La psicóloga y activista comenta que en Femacu están ocupadas en este tema. “La forma que nosotras hemos encontrado, en un principio, ha sido yendo a trabajar con las mismas comunidades de personas con discapacidad, que sean mujeres y disidencia, principalmente mujeres”. 

Josefa cree que este cambio es posible “a través de la educación y de poder visibilizar estos pequeños actos, que muchas personas puedan contar su experiencia”. Ella relata que hay personas que le escriben a través de sus redes sociales comentando como han cambiado su visión de las personas con discapacidad. 

“No sé si va a haber una mejora inmediata tan grande, pero yo creo de demostrar estas diferentes realidades y que las personas puedan comprender que hacemos cosas más, entre comillas, normales como todas las personas, o sea, que nuestra vida se basa también en levantarnos, lavarnos los dientes, bañarnos, almuerzo, yo voy a dejar a mi hijo al colegio (…) Creo que tienen que cambiar ese paradigma, que primero nos vean como persona y después que ya vean la discapacidad, porque yo siento que todavía nos ven -al menos nosotros que usamos silla (de ruedas) o que usan alguna ayuda técnica- que nos ven como con la silla aquí en la cabeza”, puntualiza. 

Finalmente, Ghilian cree que hay que “dejar de tenerle miedo hablar de discapacidad, dejar de tenerle miedo -en el fondo- hablar de temas de género y a visibilizar la intersectorialidad en relación, sobre todo en estos momentos que sabemos que estamos viviendo un tema complejo, la interacción que tienen las realidades como experiencia subjetiva, no esperar lo mismo de dos personas que tienen la misma discapacidad”.

“Entonces, lo primero es el consentimiento para cualquier cosa, para prestar ayuda, para entender qué espera la persona, qué necesita la persona en particular, qué necesita esa mujer, no juzgar sus decisiones ni invalidarla ni declarar la interdicta porque sí, ni en el fondo cuestionar su decisión de ser o de no ser madre, por ejemplo. Todas estas pequeñas decisiones que siempre se tienen que basar en la experiencia personal, o sea, pregúntale a la persona y si la persona no puede responder a través del lenguaje, busquemos la forma en que sí pueda comunicarse y por ende si podamos preguntarle qué es lo que necesita y en momentos de crisis, recordar que seguimos existiendo”, concluye Ghilian.

A continuación, puedes ver los testimonios de Ghilian Navea, Josefa Farías y Estefi Leiva en video, publicados en nuestro canal de YouTube. 

Testimonio de Ghilian Navea

Testimonio de Josefa Farías 

Testimonio de Estefi Leiva, Femacu

* Este producto fue realizado como parte de la Beca Zarelia – Rompiendo Moldes “Transformemos los estereotipos de violencia y desigualdad”, impulsada por Festival Zarelia, Wambra y OxfamLAC.

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