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¿Por qué hablamos de autonomía y vida independiente de personas con discapacidad? 

A lo largo de la historia se han presentado diversos modelos sociales que buscan explicar cómo la sociedad ha abordado la discapacidad. Por ejemplo, el modelo de presciendencia excluye totalmente a las personas con discapacidad y no las considera un aporte, por su parte el modelo médico busca la rehabilitación de las personas con discapacidad con el objetivo de “normalizarlas” al resto de la sociedad. 

Estas manifestaciones socioculturales aún persisten en gran parte de nuestra sociedad y han hecho que se nos niegue a las personas con discapacidad el ejercicio de muchos de nuestros derechos, por ejemplo, el acceso a una educación inclusiva, a un empleo digno, a ejercer nuestros derechos sexuales y reproductivos, a disfrutar de espacios de recreación en igualdad de condiciones, a ejercer la capacidad jurídica incluso. 

Estos son hechos que vivimos constantemente las personas con discapacidad, no sólo teoría. Muchas veces, cuando personas con discapacidad sufrimos un acto de discriminación o cuando nos encontramos con barreras, ya sea al entorno o a la información, nos están negando un derecho fundamental: el ejercicio de la autonomía y vida independiente. Para comprender estos conceptos, la autonomía está relacionada a nuestra capacidad de tomar decisiones sobre nuestras propias vidas y la vida independiente es un estado que nos permite ejercer la autonomía y participar activamente en la sociedad. 

Muchas personas piensan que no poder hacer una acción por sí misma, por ejemplo, levantarse de la cama, significa que no somos autónomas y por lo tanto no podemos tener una vida independiente. Sin embargo, esa creencia es totalmente errada, porque la autonomía puede ejercerse con apoyos, según las necesidades particulares de cada persona, lo importante es que la persona con discapacidad pueda elegir qué es lo que quiere hacer. 

Entre los apoyos que favorecen la autonomía y vida independiente se encuentra la accesibilidad, ya sea a los entornos, como la infraestructura o a la información, como la accesibilidad web o cognitiva. Otros apoyos son las tecnologías de asistencia o ayudas técnicas, como una silla de ruedas, bastones guiadores o audífonos. Otro factor facilitador son los servicios de apoyo, como las personas intérpretes de lengua de señas o asistentes personales que apoyan la realización de actividades que una persona con movilidad reducida no podría realizar por sí misma.

Que una persona con discapacidad conozca lo que significa la autonomía y la vida independiente, y que puede ejercerla con apoyos, abre el camino hacia la autodeterminación, permitiéndonos definir nuestras metas personales y estar conscientes de los apoyos que necesitamos para lograr nuestro proyecto de vida.

Por esto, es necesario ampliar el debate y la conversación sobre autonomía y vida independiente en espacios comunitarios de personas con discapacidad, sus familias y entorno donde nos desenvolvemos. 

Crédito de la imagen: Freepik.

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