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Hablemos sobre las mujeres indígenas con discapacidad

Cada 20 de junio, Día Nacional de los Pueblos Indígenas, se nos invita a reconocer la diversidad cultural que caracteriza a Chile. Sin embargo, en medio de esa conmemoración simbólica, se ocultan realidades incómodas sobre las inequidades e injusticias que afectan a los pueblos originarios. Una de estas es la que enfrentan las mujeres indígenas con discapacidad, quienes tienen una experiencia de vida entrecruzada por el género, la pertenencia a un pueblo originario y la vivencia de una discapacidad.

En investigaciones en Chile y América Latina se ha podido constatar que estas mujeres enfrentan gran violencia estructural, pues muchas veces ni siquiera son reconocidas como sujetas de derechos mínimos. Presentan indicadores socioeconómicos muy preocupantes, pues tienen acceso muy bajo a educación, empleo, previsión social, vivienda, tierra y justicia. Otros estudios han mostrado que estas mujeres reciben una atención médica y de rehabilitación marcada por barreras de acceso y malos tratos. Hemos sabido que varias han sufrido violencia sexual o violación de derechos, y al acudir al sistema judicial se han enfrentado a instituciones llenas de prejuicios. Mujeres indígenas con discapacidad que han sido esterilizadas sin su consentimiento. Mujeres que no reciben una atención intercultural.

Las mujeres indígenas con discapacidad no son beneficiarias pasivas y no necesitan que hablemos por ellas. Necesitan ser escuchadas, garantizar su espacio y que el diálogo intercultural en nuestra sociedad se vuelva real. Son portadoras de saberes, experiencias y prácticas que pueden enriquecer la forma en que concebimos los derechos, la salud y la justicia. Para que sus derechos se respeten, las mujeres indígenas con discapacidad deben ser parte de las decisiones en las políticas públicas, en los programas sociales y en las organizaciones, tanto indígenas, de mujeres o de personas con discapacidad.

En esta comprensión sobre las injusticias que viven, la lengua es clave. Esta no es sólo una forma de comunicarse, sino una forma de comprender el mundo. En varias lenguas indígenas no existe una palabra equivalente a “discapacidad”, no porque no existan personas diversas, sino porque esas diferencias se pueden vivir desde otros sentidos: más comunitarios, más espirituales o menos centrados en la idea de “anormalidad”. Cuando los servicios públicos no reconocen esas formas de nombrar y de entender, no solo fallan en la atención, sino que también imponen una visión única sobre lo que está bien o mal en un cuerpo, y cómo estos deben ser tratados.

Este 20 de junio, que la conmemoración sobre los Pueblos Indígenas no se quede en lo simbólico. La dignidad no puede ser selectiva. Y la inclusión, para ser real, debe ser también intercultural e interseccional.

Crédito de la imagen: Wikimedia.

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